
Hace poco escuché a alguien decir, con tono burlón: “Tenía un puestazo y se le ocurrió renunciar, ¡qué tonto!”. La frase me quedó retumbando.
Curioso, pregunté al protagonista de la historia por qué había dejado ese cargo que muchos envidiarían. Su respuesta fue breve, pero demoledora: —No podía más. Estaba quemado.
Y ahí entendí: lo que para unos era un “puestazo”, para él era una trampa.
El espejismo del éxito. Cuando pensamos en un gran cargo, solemos imaginar un buen sueldo, una oficina elegante, poder de decisión, reconocimiento y beneficios. Pero rara vez pensamos en lo que no se ve: las jornadas interminables, la presión constante, la falta de tiempo para la familia y la erosión lenta de la salud mental. Un “puestazo” puede parecer brillante desde afuera, pero para quien lo vive puede ser una carga que lo deja sin aire.
Voces que se repiten. Tras compartir esta historia, recibí decenas de reacciones. Historias distintas, pero con un hilo común: el desgaste.
• Una mujer me contó que trabajaba en un cargo alto, con un salario envidiable, pero vivía en automático. Salía antes de ver a sus hijos despertar y regresaba cuando ya dormían. Un día colapsó en un hospital y, al recuperarse, decidió que nada valía más que su salud. Renunció, aun sabiendo que le esperaba la incertidumbre.
• Otro hombre relató que, cansado de las reuniones eternas y de la presión desmedida, dejó la empresa para aceptar un empleo con la mitad del sueldo. Hoy disfruta llevar a su hijo al colegio cada mañana y afirma que nunca había sentido tanta plenitud.
• Alguien más lo resumió así: “Me llamaron irresponsable por dejar mi cargo. Pero elegí estar bien, elegí vivir”.
Las historias cambian de escenario, pero la conclusión se repite: lo que para algunos es “locura”, para otros es recuperar la cordura.
El verdadero significado de un buen cargo. Quizá ha llegado el momento de redefinir lo que significa tener un buen puesto. No se trata solo de cuánto dinero entra a fin de mes ni de cuántos subordinados firmas en tu organigrama.
Un verdadero puestazo es aquel que:
• Te permite crecer sin romperte.
• Te da espacio para tu familia y para ti.
• No te roba la salud a cambio de un cheque.
• Te motiva a levantarte, en lugar de hundirte en el cansancio.
• Te hace sentir persona, no pieza de una máquina.
La vida no se repone. Las empresas pueden reemplazarte en cuestión de días. Tu familia, tus amigos y tu cuerpo no. Por eso, tal vez la valentía más grande no sea conquistar un título en la tarjeta de presentación, sino tener el coraje de soltar lo que te está consumiendo y buscar un espacio donde el trabajo y la vida puedan coexistir sin anularse.
Quizá la pregunta que deberíamos hacernos no es quién tiene el mejor puesto, sino quién tiene la vida más plena.