
El deporte ayuda a que los niños se mantengan en forma, mejoren sus habilidades y hagan amistades, sin embargo, en algunas ocasiones no todo es diversión, pues la presión por el éxito puede ser excesiva y generar frustración.
¿Gritas a tu hijo desde las gradas cuando hace algo mal? ¿Le pides que entrene diariamente en vez de dos o tres veces por semana? ¿Has notado que antes le gustaba formar parte del equipo pero ahora prefiere dejarlo? Ten cuidado, puedes estarle exigiendo más de lo debido.
¿Qué significa competir?
Existen diferentes opciones deportivas entre las cuales escoger, ya sea para practicarlas por diversión o para competir. A un niño le puede gustar por ejemplo, correr en el parque, mientras que otro puede preferir formar parte de una liga de fútbol, tenis, patinaje o baloncesto y enfrentarse a otros equipos.
En este último caso, la competición puede añadir emoción al deporte, pero teniendo en cuenta que siempre hay alguien que gana y alguien que pierde, puede también hacer que los niños se sientan presionados, lo cual no está mal si se presenta en un nivel bajo, sin embargo, al traspasar este rango empiezan a generarse los problemas.
¿Cómo repercute el estrés infantil en el rendimiento?
El estrés es un arma de doble filo: prepara el cuerpo para enfrentar los retos con concentración, fuerza y resistencia, llenándolo de energía para realizar las tareas, pero si se presenta en exceso, puede afectar la vitalidad y entusiasmo del niño, provocándole una sensación de agotamiento. El estrés negativo aparece cuando se tienen que afrontar una cantidad excesiva de exigencias no deseadas. Por ejemplo, si tu hijo se ha peleado con un buen amigo o ha perdido una evaluación escolar, es probable que le resulte bastante difícil llegar al campo de juego con una actitud y predisposición adecuadas.
En ciertas oportunidades son los mismos pequeños quienes se autopresionan, son perfeccionistas por naturaleza y exigentes consigo mismos. No obstante, la influencia más frecuente es la de carácter externo: los niños intentan satisfacer las exigencias de un padre, entrenador u otra figura de autoridad y acaban teniendo la sensación de que ganar es la única forma de conseguir la aprobación de aquella persona que respetan.
En cualquier caso, el modo en que los pequeños aprenden a afrontar la presión deportiva y la forma en que los adultos les enseñan a hacerlo, no sólo repercute en su rendimiento y disfrute del deporte sino que puede tener un impacto duradero sobre cómo enfrentar desafíos similares a lo largo de la vida.
Ayuda a tus hijos a que se lo tomen con calma
Lo más probable es que como padre sepas detectar si tu hijo tiene un estrés positivo o negativo, simplemente fijándote en las interacciones del niño durante la práctica deportiva: ¿está concentrado y preparado para actuar o los nervios le impiden dar lo mejor de sí mismo? ¿Cómo asume los errores? ¿Tiene un espíritu deportivo o se descontrola fácilmente?
Algunos de estos comportamientos están relacionados con la personalidad del menor; hay pequeños que saben conservar la calma cuando están bajo presión y otros a quienes les resulta más difícil hacerlo. No obstante, es importante analizar el papel que juegan los padres u otros adultos de confianza en el modo en que el niño aborda las situaciones estresantes. Por ejemplo, si enfatizas demasiado sus desaciertos, corres el riesgo de añadirle todavía más estrés.
Es bueno que tu hijo vea que te interesas por sus actividades, pero hay una línea muy delgada entre animarlo y exigirle demasiado. Los padres excesivamente entusiastas o ambiciosos con los logros de los menores, tienden a reaccionar de forma inadecuada ante los errores, las competencias que pierden y los entrenamientos que no se toman, lo que a menudo hace que los niños tiendan a hacer lo mismo, “hundiéndose” en sus errores y desaprovechando la oportunidad de aprender a resolver los problemas.
Fuera del campo, elogia el esfuerzo de tu hijo y el de otros jugadores, incluso cuando pierdan; ofrécele críticas constructivas una vez se hayan calmado los ánimos y asegúrate de dejarle claro que entiendes que, en el fondo, no es más que un juego más.
Enséñale al niño a utilizar las siguientes técnicas de relajación cuando las exigencias competitivas lo empiecen a tensionar:
- Respiración profunda. Debe buscar un lugar tranquilo para sentarse e inhalar lentamente a través de la nariz, llenando completamente los pulmones, contener la respiración durante cinco segundos y soltar el aire lentamente, repitiendo el ejercicio cinco veces.
- Relajación muscular. Es necesario que antes y después de la práctica realice estiramientos que involucren los diferentes grupos de músculos.
- Visualización. Con los ojos cerrados, debe imaginarse un lugar o acontecimiento tranquilo y relajante para lograr que el estrés vaya saliendo del cuerpo.
- Conciencia plena. Indícale lo importante que es centrarse en el presente en vez de preocuparse por el futuro y concentrarse en lo positivo.
Otros hábitos que debes infundirle
- Mantener un cuerpo sano, comiendo bien y teniendo un sueño reparador durante la noche, especialmente antes de los encuentros deportivos más importantes.
- Hacer cosas divertidas. Anima a tu hijo a participar en otro tipo de actividades, como salir de paseo, ir al cine o compartir con los amigos.
- Evitar el pensamiento perfeccionista. El niño no ha de intentar ser perfecto ni esperar la perfección en sus compañeros de equipo. Todo el mundo se equivoca. Enséñale a perdonar, a perdonarse y a seguir adelante.
Practicar un deporte es una excelente forma de transmitir lecciones vitales de gran importancia: valorar el trabajo en grupo, superar retos, controlar las emociones y enorgullecerse de los logros; permite que tu hijo lo aprenda por sí mismo, demuéstrale que confías en él y no lo presiones, recuerda que por encima de todo, el deporte debe promover la diversión.